El Cascanueces fue
publicado en 1816, y a partir de ahí recorrerá un largo camino hasta llegar
a nuestros días, y aunque por lo general hoy se conoce como cuento de
navidad para niños, tiene matices ominosos que lo hacen apto para lectores
mayores y mejor avezados en el tránsito por el mundo fantástico.
El texto, tomado de una tradición popular
germánica, consiste en una fábula onírica, en la que puede encontrarse desde
la magia típica de las navidades (en que viste al despertar juguetes de
cristal), hasta la oscuridad del inconsciente donde se entremezclan la
realidad con la fantasía.
L a
narración se inicia cuando en la víspera de Navidad, la niña Clara espera
junto con su hermano Fritz la llegada del niño Jesús y los consiguientes
regalos. A la fiesta está invitado el padrino de los niños que es una
especie de mago, y que a veces es amenazante. Cuando los padres de los niños
abren la puerta del salón, se encuentran con un ambiente maravilloso cuyo
centro es un gran árbol de Navidad, iluminado con cientos de velitas, y
adornado con fabulosos juguetes y exquisitas golosinas. La fiesta de pronto
se realiza en un majestuoso castillo con elegantes invitados. Fritz recibe
de regalo un astuto zorro rojo y un ejército de soldaditos. La niña, aunque
embelesada por el brillo y el lujo, elige un humilde cascanueces escondido
bajo el árbol como su regalo.
A partir de ahí, se inicia una aventura
llena de imaginación, donde el bien, representado por el cascanueces, se
verá enfrentado con el mal, el rey de los ratones, y donde todo transcurrirá
dentro de una especie de sueño, aunque no hay certezas, y los límites con la
realidad se difuminan.
El tono oscila entre lo humorístico, lo
fantástico y lo terrorífico; las descripciones de los ambientes y los
personajes son muy detalladas, el estilo a veces recuerda el nonsense
inglés, y además la inserción del lector en este mundo de fantasía se logra
mediante la constante y directa apelación a él.
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